A vueltas con Celestina-bruja y el cordón de Melibea
DOI:
https://doi.org/10.3989/rfe.1995.v75.i1/2.402Resumen
Hoy queda fuera de toda duda que Fernando de Rojas, en su caracterización de Celestina, recurrió a una doble tradición: por una parte, aquellas obras literarias que, previamente, habían acogido a alcahuetas, lenas o terceras; por otra, su propia observación del mundo marginal de putas, rufianes y demás gente de mal vivir. Puestos a espigar materiales de uno y otro lado, la primera de esas tradiciones se revela insuficiente por si sola cuando hay que documentar los rasgos distintivos de Celestina en obras previas; en la literatura clásica como en la medieval, la acordadora de amores rara vez aparece revestida de las facultades de curandera, hechicera o, en el último de los grados posibles, bruja. Por otra parte, del examen de testimonios eruditos y populares se desprende que el contenido erótico de la embajada de Celestina cerca de Melibea era de una claridad meridiana para un contemporáneo de Rojas cualquiera que fuese su formación.
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